Cataluña: dos comunidades sociolingüísticas y una supraideología o entre la opresión y el partido único
A Enric Juliana, quintacolumnista y vigía de Pujol en los Madriles
Cataluña es un caso histórico de programación sociopolítica. Una burguesía, la catalana —formada y enriquecida al calor de la dictadura de Franco—, inicia sus actividadades con carácter de conjura durante el tardofranquismo. En su proyecto acaricia la idea de llegar a tener una caja propia y aparte pero sin dejar de pertenecer a España o, si se prefiere, al Estado español y beneficiarse de su estructura organizativa, con el correspondiente know-how, y sobre todo de sus fondos. Realpolitik bajo la fórmula autóctona de política de la puta i la Ramoneta y la denominación de origen «Soberanía compartida». Su primera consigna perceptible y audible fue tal vez el grito a coro Volem bisbes catalans, que traducida al lenguaje de los conjurados equivalía a decir: «Queremos obispos y abades catalanistas, sólo catalanistas». ¿Y los feligreses? De esos ya hablaremos.
Cuando se inicia el proceso democrático, formalmente democrático o pseudodemocrático, la mencionada burguesía ya tiene a punto su organigrama para Cataluña e incluso para el conjunto de España, llamada de ahora en adelante siempre y sólo Estado español. En su parcela, una nueva doctrina, llamada nacionalismo y concebida como supraideología, unficará todas las instancias oficiales, todas las actividades públicas, todos los partidos políticos, que han de estar íntegramente en manos catalanas. Las dos comunidades sociolingüísticas de Cataluña quedan reducidas a una sola, la catalana, pues, la comunidad de expresión y sentimiento español deja de existir en cuanto que se niega y reniega su existencia, y hasta su lengua es sometida a una opresión-marginación que con el tiempo hará temer por su misma supervivencia en estas tierras. Miserables, miserables.
Miembros de la burguesía catalana-catalanista copan las instancias de poder y representación, incluidos los partidos políticos y, dentro de estos, los partidos de izquierda, donde militaban, luchaban y penaban los pobres charnegos que la burguesía ahora triunfante y dominante había utilizado como carne de cañón y fuerza de choque en su lucha-conjura contra el franquismo. Lo de siempre.
Así, pues, catalanes catalanistas no sólo copan las cabeceras de los periódicos, las cúspides jerárquicas de las instituciones públicas y la dirección oficial y secreta de los partidos políticos, sino que, como es lógico, forman también el Sanedrín y el establishment económico-político-social conocido y reconocido como Rovell de l'ou, mientras que la comunidad de lengua española es marginada y sus cabezas pensantes pasan a formar parte de la lista de enemigos de Cataluña e indeseables a los que hay que perseguir y exterminar sin contemplaciones. Y en esas están.
Pregunta ingenua e intempestiva a Enric Juliana, quintacolumnista y vigía de Pujol en los Madriles: ¿crees sinceramente que la realización de vuestro sueño-conjura es cosa, como máximo, de diez años?
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