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La industria de Pájaro bobo

¿Cómo funciona la cabeza de Rodríguez Zapatero?

Ventajas de no tener criterio ético

El comportamiento de una persona, incluido el conjunto de palabras que utiliza, nos dice qué piensa y qué siente esa persona. Con permiso del doliente y atormentado Wittgenstein, Pájaro bobo afirma que los límites de mi idiolecto son los límites de mi imaginario y los límites de mi imaginario son los límites de mi universo. ¿Y qué nos dicen el comportamiento y el idiolecto de Rodríguez Zapatero? Entre otras muchas cosas, una en concreto. Que, al menos en política y en todo lo relacionado con ella, el fin justifica los medios. Ahí está, como ejemplo cabal de lo que decimos, el caso de Eta. Zapatero justifica básicamente lo que él llama negociaciones con dos argumentos. Primero. Declarando que, como persona de bien, está obligado/decidido a utilizar todos los medios disponibles para alcanzar la paz. Segundo. Llamando violentos a los miembros de Eta. Con referencia al primer argumento, Pájaro bobo, sin formación de jurista, le recordaría que en un sistema democrático las acciones del Ejecutivo están sometidas a la ley y la ley, en este caso la Constitución, no autoriza al jefe del Ejecutivo a negociar con criminales, aunque recabe previamente el beneplácito del Parlamento, por la sencilla razón de que ese beneplácito no sólo atenta contra la legalidad vigente sino que incluso deslegitima todo el sistema. Si hoy existen regímenes democráticos es porque se entiende que pueden avalar su razón de ser, que no es otra que salvaguardar la vida de los ciudadanos y sus derechos por procedimientos legítimos y legales. Negociar con criminales ni es legítimo ni debe ser legal. Las personas que han cometido un delito, máxime si ese delito es de naturaleza criminal, están de inmediato bajo la jurisdicción del Poder Judicial y siguen estando bajo su jurisdicción a pesar de la injerencia del jefe del Ejecutivo. Además de recabar el beneplácito del Legislativo, Zapatero se sirve de un fraude semántico al llamar violentos, ¡nunca criminales!, a los miembros de Eta. Gracias a ese fraude, el jefe de nuestro Ejecutivo lleva años negociando con violentos, no con criminales. De hecho, Zapatero nunca ha empleado y nunca emplea el término criminal o criminales cuando habla de los etarras y sus acciones. Evidentemente, no es lo mismo negociar con violentos que negociar con criminales, en su inmensa mayoría aún con causas pendientes por delitos de sangre.
En cualquier caso, ese doloso principio de actuación le permite luego mentir, negar que ha mentido, reconocer que ha mentido, volver a mentir y/o seguir mintiendo, todo ello no sólo sin el menor atisbo de culpabilidad sino incluso exhibiendo una falsa conciencia de hombre de bien y, si conviene, de patriota.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué habría que hacer con Rodríguez Zapatero si en España la ley fuera ley y la ley se cumpliera?

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