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La industria de Pájaro bobo

¿Un tándem Rosa Díez-Ruiz Gallardón?

De un hombre para un partido (Pizarro) a un partido para un hombre (Gallardón)

A juicio de Pájaro bobo, el anuncio a bombo y platillo del último gran fichaje del PP por boca de Rajoy constituye un error táctico, probablemente grave, pues refuerza de manera visible la imagen negativa del PP a los ojos de ese español medio que, falto de conocimientos específicos y motivaciones razonadas, tiende a leer y entender únicamente la letra gorda de la política y los números grandes, garabateados como palotes, de la contabilidad pública. Llegado el momento, Manuel Pizarro puede ser un excelente ministro de Economía, pero, mientras tanto, sin duda sería saludable entender y aceptar que en una campaña electoral priman en gran medida condiciones/cualidades y valores/acciones que tienen que ver más con la presencia y el escaparate que con la calidad de lo que se quiere vender. Así lo ha percibido esa izquierda que, como no podía ser por menos, se ha apresurado a presentar a Manuel Pizarro como voraz tiburón de las finanzas y, muy concretamente, de la economía especulativa. Error tanto más grave, según Pájaro bobo, cuanto que va acompañado de la postergación/inmolación de Ruiz Gallardón. De hecho, con Pizarro como caballo ganador, Aznar y su equipo de asesores (un think tank formado por varios think tanks) han terminado de un plumazo con las rencillas entre la celosa/quisquillosa Aguirre y el incómodo Gallardón, siempre prometedor y siempre temido por sus aspiraciones/ambiciones. El joven alcalde de los Madriles ha optado por la retirada. De momento. Ha tardado en comprender pero finalmente ha comprendido que en esa casa que él creía su casa no le quieren. Pájaro bobo se inclina a pensar que, cuando se le pase el soponcio y reordene el cuantioso ajuar de su imaginario, buscará nuevo acomodo y que, tarde o temprano, lo encontrará en una parcela con casa adosada a la de Rosa Díez. La brava vasca viene de la izquierda y ahora recorre los campos de España, el gran amor de su vida política, con un mensaje-proyecto tan centrado que no tiene centro, porque para ella toda España es centro, sin periferia ni periféricos. Gallardón viene de la derecha y hasta ahora ha estado buscando un centro que siempre se le ha negado. Cabe pensar que el hombre se equivocó de parcela, no de idea. Como perspicaz y ya avezado zahorí de la política acaso debería entender que el centro debe buscarse no en la derecha sino en el centro. Y es posible que, efectivamente, su futuro político tenga por escenario una parcela con una casa adosada a la de Rosa Díez, la mujer que se ha elevado airosamente por encima de las ideologías para hablar a todos los españoles en campo abierto. A Pájaro bobo le dice el corazón (wishfullthinking!) que Rosa Díez y Gallardón terminarán encontrándose y cohabitando —tal vez con tabique de pladur de por medio— en el centro político, que, de acuerdo con sus previsiones, está llamado a ser el eje central de la política española.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿podemos imaginar los españoles un eje central que ponga fin a todas las derrotas centrífugas de pseudofederalistas y periféricos?

 

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