Una sociedad de ciudadanos proactivos
Proactividad, una palabra nueva para un concepto antiguo
Entendida como la actitud por la que el ser humano asume la responsabilidad sobre su vida adoptando las decisiones necesarias para que ésta responda a sus expectativas, puede decirse que la proactividad es tan antigua como la autoconciencia. La autoconciencia supone un distanciamiento deliberado respecto del entorno, distanciamiento que, visto subjetivamente, equivale a individuación frente a cosificación. Gracias a movimientos intelectuales como la Reforma y la Ilustración, hoy sabemos que el hombre, en cuanto ser racional y adulto, tiene la posibilidad de adoptar por sí mismo decisiones que conformen su vida personal y colectiva o social. De ahí nacen tanto la libertad individual como la democracia: primero, representativa (pasiva) y, después, participativa (activa). En línea con una y otra, la democracia proactiva reclama ahora no sólo representación y participación en la actividad pública sino también y sobre todo intervención directa en la adopción de aquellas medidas que afectan decisivamente a la vida del ser humano, sus derechos y sus obligaciones. Una democracia auténtica pasa necesariamente por una sociedad de ciudadanos proactivos.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿por qué en Cataluña seguimos presos en una democracia dolosamente representativa?
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