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La industria de Pájaro bobo

Llamada

Pájaro bobo falta a su promesa. Lee, relee periódicos de la Meseta y de la capital. Sua culpa, mea culpa. Quiere seguir creyendo que todos los españoles tenemos una sola Meseta y una sola capital. Contra la deslealtad y la perfidia de los fenicios de Poniente, la lealtad y la fidelidad, nunca desmentidas, del carpetovetón iluso.
Felipe González, que algo debe de retener de lo que le enseñaron, habla de «clima prebélico». Se refiere a nuestro entorno y nuestro momento. Pájaro bobo, con una visión trágica y atormentada de España y su historia, dice que ese clima prebélico inició su andadura o su cuenta atrás el día mismo en el que terminó nuestra guerra civil. ¿Por qué?, pues porque, siempre de acuerdo con su manera de ver y entender personas y cosas, dicha guerra se cerró en falso: el enemigo se pasó al enemigo. Obreros y oligarcas de todas las oligarquías estuvieron cuarenta años cantando el Cara al sol y a los cuarenta años y un día salieron a la calle para celebrar la muerte del dictador. Victoriosamente, sí victoriosamente. Y los fenicios volvieron a ser fenicios. Fenicios y mercaderes de toda la vida, de siempre.
Pájaro bobo se pregunta: ¿me es ajeno algo humanamente inhumano?

Enric Juliana, el topo del Retiro, escribe hoy, 25, una crónica casi antológica en La Vanguardia, periódico de su amo y señor. Después de dos párrafos de la mejor literatura, el mensajero y corresponsal de la avanzadilla fenicia en la capital del Reino se pone a lanzar metralla y no para hasta que, ya en las líneas finales, anuncia la entrada en acción de Accio Catalana. Pájaro bobo confiesa que no sabe qué es Acció Catalana. Ya se lo explicarán a la fenicia los fenicios. Como dice el topo Juliana, «con inteligencia», con mucha inteligencia. Y cuando un topo fenicio habla de inteligencia, hay que pensar en perfidia, mucha perfidia, que, en definitiva, es la forma suprema de la inteligencia práctica, esa que ignora los principios de la ética o los somete a los principios, siempre supremos y siempre inquebrantables, del interés económico. Es sabido que el fenicio ha nacido para comprar y vender; a ser posible, con un pie en tierra y otro en su barco, por encima del agua, de todas las aguas, de todas las mareas, de todos los sunamis, de todos los diluvios. En definitiva, por encima y más allá de todas las guerras y todos los cataclismos.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿por qué los carpetones ilusos no aprendemos de los fenicios?

Nota
A punto de cerrar página, Pájaro bobo piensa en voz alta y dice: Si al menos aprendiéramos del sargento de Plasencia... (Véase la entrada «Profesor Blawinsky, el mago de Plasencia»).

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