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La industria de Pájaro bobo

Ciudadanos

De cuarenta y cinco millones de españoles, sólo unos treinta millones tienen el español como lengua materna. De los periódicos.

Como era de esperar e incluso de temer, el joven Partido de los Ciudadanos, atrapado desde un principio en su indefinición/contradicción óntica (¿alguien puede definirse a sí mismo por lo que no es?), ha empezado a ser engullido por la máquina del separatismo catalán institucionalizado. Si Rosa Díez, con su postura rotundamente española, constituye una respuesta vasca al separatismo criminal de ETA con sus afiliados y sus protegidos (aconductats), el Partido de los Ciudadanos ha venido a demostrarnos ahora que es un hijo natural y muy legítimo de la Fenicia de Ponent, caracterizada históricamente por su perfidia y su doblez. Y ahí está.
Por muchas razones, para Pájaro bobo eso no supone ningún trauma, ninguna decepción, ninguna derrota grave, pues desde su adolescencia viene mascullando para su capote: Nihil humanum me alienum puto. ¿O sí? En cualquier caso, seguirá viviendo y muriendo cada día en espera del milagro de la resurrección. De momento se pregunta si su sentido de la lealtad le obliga a cumplir el compromiso contraído y la palabra dada o si, para no ser un traidor, debe traicionar a los que le han traicionado y ahora quieren utilizar traidoramente su voto. Como él dice, ¿de qué les sirve si no les sirve? ¿Y si al final resulta que no resulta? ¿Pájaro bobo, tonto útil y traidor inútil?
Con este mensaje rompo su dilema, me doy de baja como ciudadano miembro del Partido de los Ciudadanos y pido que eliminen mi nombre y apellidos de sus archivos y sus documentos.
Probablemente a partir de ahora Pájaro bobo se dedicará a buscar una patria y una casa en ese mundo virtual en el que la palabra se alumbra y se proyecta sobre un soporte a la vez visible e invisible, a la vez tangible e intangible, a la vez efímero y perdurable, a la vez legible e ilegible, siempre disponible, sólo al alcance del homo informaticus. En cierto modo será como vivir en la vieja Kakania, aquel imperio arca de Noé que hizo del alemán la lingua franca y la koiné de todos los apátridas ilustrados de la Europa danubiana, desde la margen derecha del padre Rhin hasta las empalizadas simbólicas de la Zona, de 1867 a 1918. A Pájaro bobo no le queda tiempo ni para cambiar de lengua ni, por lo tanto, para cambiar de casa. Ya le gustaría. Tal vez la próxima vez tendrá más suerte. En cualquier caso, él necesita una lengua no sólo para hablar sino también y sobre todo para pensar y crear mundos utópicamente racionales, habida cuenta que la utopía es, probablemente, la única manera de vivir una realidad racional.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿están dispuestos los españoles a aceptar/consumar no sólo la destrucción de España sino también el exterminio de su lengua?

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