El enigma catalán
Los padres de la intriga permanente tienen la palabra
Pájaro bobo ha llegado al triste convencimiento de que los españoles de la Meseta, esa que empieza en la margen derecha del río de los iberos y termina, arriba, en Finisterre y. abajo, en Isla Cristina, nunca han entendido a los catalanes ni han sabido lo que es Cataluña. Los períódicos madrileños vienen repitiendo los mismos tópicos y los mismos idiotismos sobre los habitantes de nuestro país más próximo desde hace casi dos siglos. Unos no saben y otros, los agentes destacados en Madrid, desde Joan Clos hasta hasta el infumable Enric Sopena, pasando por Valentí Puig y Enric Juliana, no están donde están precisamente para informar al enemigo-opresor y mostrarle las cartas de su baraja. Todo a su tiempo, por estampas. Por eso, cada jugada, cada traición y cada plante-desplante del separatismo catalán deja pasmaos y boquiabiertos a los pobres meseteños. Sorpresa, sorpresa. Pero ni aprenden ni reaccionan. De hecho, los españoles no aprendemos; o, si aprendemos, es poco, mal y nunca. Y, lo que es más triste y más indigno e indignante de todo, nos tomamos a guasa la destrucción de nuestra patria. Una vez más, el destino de España está en manos de quienes no se sienten y no se consideran españoles.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿qué hace falta para que este pueblo reaccione con dignidad y con orgullo?
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