Españoles en busca de una patria
De los ciudadanos sin partido al Partido de los Ciudadanos
En alemán es norma distinguir, a la hora de analizar la génesis de un hecho cualquiera, entre Grund, que es su causa o su fundamento primero y más profundo, y Anlaβ, que es su motivo último y más claro o, si se prefiere, aquello que lo lanza a la superficie y lo hace visible y en definitiva fenoménico. Referido a España y concretamente al ámbito de los separatismos periféricos —el catalán y el vasco—, el modelo de análisis alemán nos llevaría a distinguir entre la causa o causas profundas de ese hecho como realidad presente en la historia de España durante los dos últimos siglos, y su manifestación social y política en el último tercio del siglo XX, coincidiendo con la implantación de un régimen democrático en nuestra patria y, no por casualidad, con la desmembración de la Unión Soviética.
Una aclaración fundamental. El separatismo catalán es burgués, profundamente burgués. En rigor se trata del plante o desplante económico-político de un colectivo profundamente clasista, como puede apreciarse y comprobarse tanto en su composición básica, pasada y presente, como en su persistencia histórica. El mal llamado nacionalismo catalán fue obra exclusiva y excluyente de la burguesía barcelonesa a caballo de los siglos XIX y XX (las conocidas cien familias) y eso sigue siendo básicamente hoy, ya iniciado el siglo XXI. De hecho, todas sus figuras han sido y son intercambiables, pues, como nos enseña la historia, sólo necesitan de un pequeño desplazamiento horizontal para pasar de una parcela a otra, que eso son para ellas las ideologías y los partidos políticos. A los ojos de Pájaro bobo, en el caso de Cataluña es incorrecto hablar de nacionalismo. En cambio, el separatismo vasco es esencialmente popular o más exactamente atávico y rural, y, por lo tanto, interclasista y de desarrollo vertical. El separatismo vasco es una forma genuina de nacionalismo. Posee núcleo y esencia, pero, como le falta dimensión demográfica, entraría en lo que en alemán se llamaron Nationalitäten. Ejemplos elocuentes de lo que queremos decir son tanto las minorías étnico-lingüísticas del Imperio austro-húngaro en el largo siglo XIX como muchas de las piezas del frágil y efímero puzzle creado por el mariscal Tito y desaparecido con la balcanización de Yugoslavia tan pronto como se enfrió definitivamente la guerra fría. Para constituirse, afirmarse y mantenerse, una nación necesita, además de un núcleo esencial, una dimensión mínima medida a escala social, política y económicamente humana.
El Partido de los Ciudadanos tiene el sello de lo catalán y lo catalán tiene siempre, indefectiblemente, el sello de lo ambiguo, de lo que es y no es, de esa forma de cordura que se llama seny y en política ha alumbrado una variante de la Realpolitik bautizada por Pájaro bobo (para que conste y se sepa) como política de la puta i la Ramoneta. El Partido de los Ciudadanos es hijo del catalanismo burgués, que le impone su ley y delimita el espacio en el que le va a ser permitido actuar, mientras que el colectivo Plaforma Pro exhibe las señas de identidad de lo vasco. Sus miembros son vascos españoles, abierta, rotundamente españoles, sin complejos, sin miedo a las amenazas de Eta, de los trabucaires etarras, sus confidentes, sus cómplices y sus valedores. El separatismo vasco te condena a muerte con un tiro en la nuca; el separatismo catalán te perdona la vida pero te condena a sobrevivir en condiciones de muerte civil. Dos formas de ignominia. Si Pájaro bobo prefiere el separatismo vasco es, evidentemente, porque también prefiere esa forma de morir.
Javier Piricay habla hoy, en la Tercera de ABC, del Partido de los Ciudadanos, de su situación y de sus aspiraciones. Entre éstas se encuentra la de unirse a la Plataforma de Rosa Díez y Savater para hacer frente a los llamados nacionalismos periféricos. En opinión de Pájaro bobo, sus palabras exhiben la indefinición que caracteriza todo lo catalán. Eso significa que aquí los separatistas imponen su ley y su sello incluso a los que están en contra de ellos. Es una forma de hacer y, sobre todo, una forma de ser. Una forma de ser que no se distingue precisamente por la rotundidad de sus afirmaciones y sus posiciones. Uno piensa concretamente que de cabezas como la de Francesc de Carreras nunca saldrá una definición clara, unívoca y rotunda. Nadie da lo que no tiene.
En su escrito, no excesivamente clarificador, Pericay aboga por la unión y termina diciendo que, en el fondo, todo es uno y lo mismo. Se refiere al conjunto de los que dentro de las fronteras de España luchan por su unidad y contra el separatismo, contra los diversos separatismos. Pájaro bobo suscribe sus palabras en lo que tienen de voluntad de unión, pero piensa que eso, de momento, es un desideratum y, en definitiva, una posiblidad entre otras.
Cabe pensar que, efectivamente, el nuevo partido con sus varios aportes va a defender la unidad de España y va a presionar a las dos grandes formaciones políticas obligándolas a adoptar una actitud más nacional, incluso más democrática toda vez que en España los españoles siguen siendo mayoría, pero eso requerirá una voluntad decidida de todos sus integrantes. De momento, Pájaro bobo, afiliado a Ciudadanos, ya tiene partido al que votar: el que se define abiertamente como español y no acepta chantajes en forma de amenazas con la pistola ni actos de sumisión en aras de la supervivencia y en nombre de esa forma de cobardía llamada seny.
Pregunta ingenua e intempestiva: ¿asistiremos en breve a un renacer de España de la mano de una izquierda realmente democrática y, por eso mismo, poseedora de una conciencia nacional íntegra e integradora?
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