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La industria de Pájaro bobo

Enigmas del eterno retorno

Noche de locos

Pájaro bobo dice que se lo soltó a voz en grito Zaratustra una noche que pasaron juntos en vigilia, hace ya algunos años, en el Harz, cuando el macizo montañoso aún constituía el corazón de la Teutonia más sólida y más profunda.
De pronto, Zara, el más loco y también el más clarividente de los dos, se puso en pie, se elevó en el aire y declamó mirando a la estrella en la que decía residir y residía:
«No es fácil vivir a perpetuidad íntegra y exclusivamente cabeza adentro o, al menos, de cintura para arriba y renunciar a lo que uno debe renunciar para no renunciar a lo que uno quiere no renunciar. En otras palabras: no es fácil renunciar total o parcialmente a la animalidad en cuanto que esa animalidad es la acémila de nuestra no animalidad. Sí, el cuerpo es acémila o animal de carga y descarga de nuestra mente y nuestro espíritu. Lo han dicho insistentemente, con resignada convicción, los santos más pecadores y más santos».
Acto seguido se volvió a su comensal, discípulo y oyente y, tras un súbito cambio de voz y entonación, le confió a modo de secreto y profecía: «Llegará un día en el que el Ser superser ideado, concebido y alumbrado por el ser humano será capaz de imaginar (einbilden, sich einbilden) y modelar (gestalten) con su mente fractales y clones virtuales-reales (mummies-dummies) y así ver y comprobar, además del que es en su vida actual, el que fue en sus vidas anteriores y el que será en sus vidas posteriores. Sí, llegará un día en el que Zaratustra podrá contemplar a un mismo tiempo y en el orden correcto todos los Zaratustra que ha sido, el Zaratustra que es y todos los Zaratustra que será, en el bien entendido que el ser, todo ser, por ser el que es y ser necesariamente único y siempre y sólo el mismo, ni tiene ni puede tener plural. Sólo la vida es plural, necesariamente plural, siempre y sólo plural. En realidad, toda vida está hecha de incontables vidas, mientras que el ser, en cuanto tal, permanece idéntico en sí mismo y a sí mismo. Ahí radica tanto la singularidad del ser como la pluralidad de sus vidas».
Cuando Zaratustra terminó de formular su doctrina y hasta entonces secreta profecía, Pájaro bobo le pidió respetuosamente la palabra para preguntarle: «Dime, meritísimo maestro, nunca emérito, de este atormentado, insumiso y leal demente, ¿es cierto que la nada constituye el punto de partida y el punto de llegada de cada uno de los ciclos que conforman el curso-recurso del eterno retorno y es igualmente cierto que la nada es ese agujero negro —a decir verdad, el único agujero negro posible y existente— en el que no se puede entrar y del que no se puede salir con los medios de la mente humana?»
Se hizo silencio y Zaratustra no contestó. Aún hoy, Pájaro bobo está convencido de que el maestro sigue dando vueltas en su cabeza a tan insondable enigma, incapaz de hallarle respuesta o salida.

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