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La industria de Pájaro bobo

La dictadura catalana y la España plural


Al Tribunal Supremo, al Tribunal Constitucional

Vidal-Quadras, con un criterio claro al servicio de una idea clara de España, estuvo a punto de romper la dictadura monocatalanista. Aún no conocemos el importe total del precio que Aznar tuvo que pagar a Pujol ben Gurion, traidor e intrigante de por vida, por su apoyo al gobierno, un apoyo que, a decir verdad, de poco le sirvió, pero sabemos que la partida más importante de la transacción fue sin duda  la cabeza política de Vidal-Quadras. Sabemos asimismo que, defenestrado Vidal-Quadras, se reinstauró en Cataluña la dictadura monocatalanista. Eso supuso la opresión de más de la mitad de su población — algo así como cuatro millones doscientas mil personas de lengua y sentimiento españoles—, que fue despojada de todos sus derechos constitucionales menos uno: el derecho de voto. Es posible que ahí se torciera para siempre y de forma fatal el curso de la futura historia de España.
Desde entonces, todo el que vota en Cataluña vota separatista, sólo separatista, necesariamente separatista. ¿Qué hace y dice el Tribunal Constitucional? ¿Qué hace y dice el Tribunal Supremo? Eso, señores magistrados, es, a todas luces, un delito, una cadena de delitos que invalida toda la actividad de las instituciones públicas catalanas. ¿Cabe mayor ignominia?
Sí, cabe mayor ignomina. Ahora esos mismos que han implantado una dictadura en Cataluña, eliminando de sus instituciones todo lo español y sometiendo a la comunidad española a una opresión inadmisible, piden, reclaman y hasta exigen una España plural y el reconocimiento de Cataluña como nación. Miserables, miserables.
Preguntas ingenuas e intempestivas: ¿dime, Joan Saura, a qué extremos puede llegar tu indignidad? ¿No basta con decirte: avergüénzate de haber nacido?

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