Fórmula Zapatero: ahora resulta que no resulta
Zapatero, aprendiz de boticario y experimentado trapisondista, se inventó una burda añagaza para burlar a españoles y no españoles. Acto seguido, se lanzó al ruedo de las negociaciones con su fórmula, ni mágica ni secreta. Pájaro bobo dice que negociar con criminales y cómplices de criminales es delito, máxime cuando muchos de ellos tienen causas pendientes. Según él, el Poder Judicial debió impedírselo y exigirle responsabilidades. Aún está a tiempo. Las negociaciones, empezando por el nombre, constituyen una transgresión manifiesta de la Constitución y el orden constitucional. Para una «negociación» de esa índole, el jefe de Gobierno necesitaba previamente no sólo el apoyo explícito del Parlamento sino también y sobre todo el beneplácito del Poder Judicial y el Poder Judicial sólo podía concederle ese beneplácito una vez depuradas todas las responsabilidades existentes y exigibles en ese momento. Pájaro bobo dice que, sin ese beneplácito por escrito, Zapatero está en permanente pecado mortal y, por lo tanto, también lo está nuestra Judicatura. Y, por lo tanto, también lo están todos nuestros políticos y lo estamos todos los ciudadanos españoles. ¿Dónde queda la ley cuando se habla de negociación y se negocia con criminales? En estos momentos, todos los españoles estamos a la altura de los que matan para demostrar que ni son españoles ni quieren serlo. Se ha olvidado que, en un Estado de Derecho, la ley es marco único y obligado o necesario de todos los litigios de sus ciudadanos. El jefe de Gobierno, en cuanto responsable del Ejecutivo, debe cumplir la ley y hacer que se cumpla, no negociar con quienes la transgreden gravísimamente de manera sistemática y persistente.
Por suerte, la mayoría de los indicios apunta a que el tal Zapatero y su subalterno y mentor van a tener que quedarse con su fórmula, química incluida, pues ahora resulta que no resulta. Después habrá que pensar qué se hace con ese Zapatero aprendiz de boticario y trapisondista. Ahora ya sabemos que, por extraño que sea y parezca, su afición a la componenda y el trapicheo va de la mano de una obstinación en grado de ignorancia invencible. Y si es cierto que la ignorancia invencible ni se cura ni se perdona, en política hay un remedio para ella: la destitución y el procesamiento.
Nota: Un crimen es un crimen aunque se le llame acto de violencia (fraude semántico-jurídico).
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